Capítulo 1 : Lejos de Aquí
(Imagen sacada de internet, del anime Karneval )
Cerré la
puerta y prometí no volver jamás. Allí estaban los recuerdos y cosas que me
hacían daño. Pensé por un segundo en los escasos momentos felices, y todos me
conducían a mi habitación. Mi madre jamás me había respetado, me negaba y no
aceptaba mi condición. Condición que yo mismo me negaba a aceptar. Mi padre
ocupado en sus negocios abstraído de que su hijo estaba creciendo. Y un hermano
mayor que realmente creía que con llevarme a burdeles mi vida sexual cambiaria. Lo único rescatable de todo esto había sido
que los últimos dos años había escrito un libro y eso marchaba bien. Parte de esté alejamiento era por ello, ya no
podía seguir manteniendo en secreto que me gustaba escribir con seudónimo e
identidad de mujer. Lo hacía porque no
quería que mi familia se enterara de que
amaba escribir historias románticas y eróticas. Estaba harto de vivir en una mentira donde
solo yo sabía la verdad.
Llevaba
mintiendo mucho tiempo y era hora de decir basta. Me condene a mí mismo a soportar la humillación
de una familia que no aceptaba que su hijo sea Gay. Para ellos esto era una mala palabra.
Una familia
religiosa y conservadora. Mi madre me llevo a varios médicos pensando que el
milagro científico me quitara lo afeminado,
error. Un colegio católico, horas y horas de rezo hicieron pensar a mi
madre que quizá allí me inculcarían que el gusto por aquellos del mismo sexo
era un pecado. Error. La aceptación
nunca estuvo en su vocabulario. Y el mío comenzaba a confundirse. Soporte gran
parte de toda esta mierda por respeto a mi hogar y a lo que creía que eran las
cosas correctas. Porque realmente digamos que después de vivir con ésta gente
llegaba un momento en que comienzas a creer en toda esa basura.
Pero todo
cambio cuando al cumplí diecisiete años y
comencé la universidad. Estar alejado de casa y de la gente toxica me hizo
darme cuenta que yo no era el error, que el error eran ellos.
Volver a mi
casa cada día me ponía los pelos de punta. Atravesar la puerta era lo mismo que
entrar al mismo infierno.
Soportarlos
a diario me hizo encontrar el hogar en mi habitación donde allí solo podía ser
yo mismo.
Todo cambio cuando
mi hermano me encontró besándome con el hijo de mi vecina, una mujer igual de
conservadora que mi madre. La diferencia era que Luca ya no vivía en su
casa, pero ese fin de semana nos vimos.
La golpiza que me dio, hizo que todo cambiara; deje de hablarles a
mis padres y a mi hermano. Todo se quebró, mi habitación pasó a ser solo mi
casa y el resto un lugar desconocido para mí.
Por eso hoy después de un año de estar harto de toda esta mierda me
marcho. La venta del libro ha ido perfectamente y con ese dinero podré tener la
vida que quiero. Alejado de esta mierda.
Tomé el
bolso y la mochila donde ya estaba mi notebook y alguno de mis libros
favoritos. Dinero y una ilusión de dejar todo atrás.
No sabía
dónde iría pero estaba seguro que era mejor que vivir con esta manga de
locos. Tomé el teléfono y solo sabía a quién
tenía que llamar en estos casos. La única persona que soportaba mis locuras,
alegrías y rechazos. Ella era la única de mi familia que conocía mis secretos.
Marque el número
y no tardo más de dos campanadas en atender.
Escuchar su voz me tranquilizo.
—
Doctora corazón, en que puedo ayudar— la risa comenzó a asomar por mi rostro, Leyre siempre tenía esa
forma de hacerme sentir alegre.
—
¡Oh! Doctora… me
gustaría verla ya mismo, mi corazón está roto y necesita arreglo.
—
Espero que solo sea
tu corazón, cariño — su risa se coló por
el parlante. — tonto, dime que ocurre
para que me estés llamando tan temprano.
—
Ya sabes, aquí las
cosas no dan para más… creo que es hora de irme. Estoy en la terminal de trenes
y no sé qué hacer.
—
Pues, creo que tú
ya sabes que debes hacer— hizo una pausa como esperando mi respuesta —
arrastrar tu trasero aquí conmigo. Es más creo que sería perfecto.
—
¿Tú dices? — por un
segundo lo pensé y me pareció perfecto, pero luego medite y ella no estaba
sola. Compartía la casa con cuatro personas más.
—
Sí, porqué ¿no? . Ya
conoces a Amélie y ella te adora. Ruth
es un poco distraída pero le caes bien y Sophie nunca está en casa. Y esta la
otra opción, ir de mama …
—
No, ni en joda… Está
todo bien con la tía pero no quiero molestar. Y cuanto menos sepan dónde estoy,
mejor.
—
Ya sabes, que mama no habla con tu padre desde hace dos
años. Eso no creo que cambie, mientras tu padre siga siendo un maldito carbón —
hizo un pequeño silencio— perdón sé que es tu padre, pero mi madre no le
perdona que sea así contigo.
—
Lo sé… no tienes
que decirme nada—
—
Bueno entonces,
¿vienes o no? —
—
Estás segura que
las chicas no tienen problema de que las invada, ya sabes no quiero molestar.
Menos en épocas de clases.
—
Ni lo digas, nos
hace falta una compañía masculina en casa— se mofo de mí como siempre— aunque
esa persona masculina a veces parezca más femenina que yo— la carcajada no
tardó en aparecer.
—
Eres perversa, pero
lo haces apropósito porque sabes que contigo jamás me enojo.
—
Son los privilegios
de ser especial en la vida de alguien a quien amas. Vamos corta ya y ven que te
espero con el café que te gusta. Y ya mismo llamo a los chicos ésta noche
estamos de festejo. No siempre se tiene a una celebridad en casa.
—
Shiii— la silencie—
no le has dicho a nadie, ¿verdad? —
—
¿Qué cosa? ¿Qué
eres mi primo gay y que eres condenadamente hermoso? ¿Qué escribes como mujer y
que el libro esta primero en ventas?
—
Todo eso y otras
cosas, pero lo importante, pero la
cuestión aquí es el libro.
—
No, ¡qué va! Fue patético ver como dos de mis
compañeras de clases leen tu libro y yo boquiabierta mientras ellas me cuentan
lo genial que es. Pues claro que lo sé,
¡ILUSAS! Es mi primo quien lo escribe.
—
Hahaha— mi risa
comenzó a sonar muy alto, tanto que la gente en el andén me miraba como diciendo
¡QUE CARAJOS! De que se ríe este imbécil. — escucha me tomo el tren de las 10
am en menos, de no se …—
—
40 minutos estas
aquí — finalizo ella
—
Bueno entonces te
veo en esos minutos—
—
Ya estoy preparando
el café—
—
Ok, llevo los
cupcakes que te gustan de esa tienda que está en el centro cerca de la estación.
—
¡¡Oh!! Por eso te
amo, siempre me consientes.
—
Sé cómo tratar a
las mujeres.
—
Si, deberías
enseñarle a un par de imbéciles que conozco. Sobre todo a Tyler, bueno basta de
charla. —
—
¡¡Uhh!!, escucho algo
raro en tu vos, ¿me perdí de algo en estas últimas semanas? , tendré material
extra para mi segundo libro.
—
Cállate infeliz, ya
te dije que no quiero que escribas sobre mí en tus libros.
—
Puff!!! Bue nos vemos en media hora. Ya llego el tren
—
Adiós amore. Te veo
en un rato
Corte, sin dame cuenta la conversación había llegado
a durar 20 minutos, los minutos justos que tardó en llegar el tren al andén. Me
senté, saque los auriculares de mi mochila y puse mi IPod, la batería de música que tenía cargada
comenzó a sonar. La música que me ayudaba a escribir y a pasar gran parte de
mis noches en soledad en mi vieja habitación. Saque el libro que tenía a la
mitad y comencé a leer, sin duda Historia de dos Ciudades había comenzado a ser
mi libro preferido. Ya lo había leído más de 10 veces y lo seguía amando. Me
metí en el libro cuando mi celular
comenzó a sonar. Un mensaje de whatsapp apareció en la pantalla.
Y ahí estaba era
Mark.
—
Amor, hoy quiero verte— desde cuando me llama amor. Me pregunte.
—
Hola, no estoy en casa, y creo que habíamos sido claros con eso de
llamarme amor.
—
Vamos, Eric, quiero verte… hoy no tengo guardia— Mark era como decirlo, mi pareja, mi chico, el que me cojia cuando él tenía
ganas. Si eso último. Un Estudiante de medicina que había conocido en un
bar. Se me acerco porque creyó que era
una mujer. Mi pelo largo rubio y mi contextura física delgada y con buen
trasero parecía llamar la atención a los hombres heterosexuales. Mark no fue la
excepción.
Recordar
como lo conocí me producía un sentimiento desencontrado, entre odio y amor.
Esa noche yo había decidido salir con unas amigas de la universidad,
en ese momento estaba todavía estudiando letras y de vez en cuando podía escapar
de los sermones de mi madre para irme por ahí de copas con Sara, una compañera de clases que ese año se
había convertido en mi compinche.
No puedo justificar por qué pero ese año se me habían acercado más
hombres heterosexuales. A algunos les había aceptado un trago y nada más y a otros
no habían pasado más de mensajes absurdos de whatsapp o llamadas telefónicas.
Pero Mark había sido diferente, no sé por qué pero algo en él me atraía. Serían
sus ojos azules y ese pelo alborotado, su espalda grande y ese cuerpo torneado
que se dejaba ver atreves de la playera negra que traía puesta. Se me acerco
por la espalda, yo estaba apoyado en la barra bebiendo una cerveza negra, algo
que amaba. Sara estaba entretenida con una chica, al parecer hoy nos iríamos con algo de suerte
los dos.
—
Puedo invitarte un trago— su voz me cosquilleo la nuca. Me
di la vuelta, fue clara su sorpresa al encontrarse conmigo. No podía negar que
ponerme pantalón apretado y un par de botas podían confundir a más de uno.
—
Bueno si tú quieres— exprese, él se alejó — espera, no voy a morderte—
lo tome del brazo. El no parecía resistirse, se paró y volvió de nuevo a
mirarme.
—
Perdón no quería molestarte— se
sentó a mi lado, su mano se posó sobre mi mano. — perdón es la primera vez que me acerco a un
chico, pero realmente eres muy hermoso. — mi fuero interno dijo <“Si,
claro… nunca te acercaste a un hombre, es tu primera vez”> — puedo parecer un imbécil quizá ya te lo
dijeron. —por alguna razón que no me explicaba me
gustaba este juego, y lo sabía jugar.
—
No,
realmente no — me sonreí como un idiota. — gracias por el alago, estaba tomando una
cerveza— le dije
—
Puedo invitarte una cerveza, o lo que quieras— dijo casi en un susurro. De
golpe su boca se había acercado más a mi oído y su aliento caliente me erizaban
los pelos de la nuca. El Barman me miro y no pudo detener la guiñada de ojo. Ya
me conocía, iba seguido al bar.
—
Así, que lo que quiera— lo dije, y luego me di cuenta que soné muy provocativo. Sonreí como
un bobo y deje que todo fluyera.
—
Si, lo que quieras — se acercó
tanto a mí que pude sentir su boca en el lóbulo de mi oreja— podemos ir a otro lado— era la primera
vez que me atraía un desconocido, no sé qué era, pero me encantaba. Mire por un
segundo a Sara y se la veía muy acaramelada con una chica y no quise
molestarla. Tenía la llave de su casa y sabía que no le molestaría que
utilizará. Levante la vista y la mire,
ella vio toda la jugada de Mark y sabía que estaba por irme con él, me hizo un
gesto y supe que todo estaba bien. Lo mire a Mark y le mostré las llaves.
—
Estabas listo, para irte, ¿no? — una
sonrisa pícara, asomo por la comisura de su boca, en ese momento note que sus
labios eran carnosos y realmente quería sentirlos contra los míos.
—
Si— dije y se me escapo la risa. Estaba
sorprendido de cómo estaba reaccionando.
—
Vamos tengo el auto en la puerta— al
parecer él estaba más preparado que yo.
Lo seguí y ambos
salimos del bar, la hora había avanzado y era de madrugada. Él parecía apurado
y antes de llegar al auto, me tomo por la cintura y beso tímida pero
agresivamente mi cuello.
—
Espera— dije en un gemido
gutural, me apoye contra el auto. Mark
seguía pegado a mí, sentía como su cuerpo estaba caliente. Su lengua dibujaba
líneas en mi cuello y yo comenzaba a contagiarme de su calor.
—
No puedo, me excitas demasiado— estaba a
punto de decirle, <“si lo noto”>. Me di la vuelta y le plante un beso. Su
boca estaba dulce, el rose de su lengua con la mía me hacia estremecer. Su mano
se posó en mi nuca pegando su cabeza más a la suya. Ya no me importaba nada.
Apoye mi mano en su pecho y sentía su agitación, su respiración y eso me ponía
más loco de lo que ya estaba. Alguien debía parar o todo quedaría como un show
en plena vía pública. Me aparte como pude.
—
No, aquí no— la cara de
desconcierto de Mark quedo en evidencia. Estaba decidido a seguir, pero no a
dar un espectáculo. Le sonreí y él me devolvió el gesto. —vamos—
Subimos al auto y
note algo de frialdad en él. Los primeros quilómetros se mantuvo callado hasta
que comencé a hablar porque ya me irritaba el silencio.
—
Y a que te dedicas— pregunté, de
fondo sonaba una banda que conocía pero no recordaba su nombre.
—
Estoy en el último año de medicina, ya estoy con las residencias— me contesto mirando la carretera, en ningún momento volteo a
mirarme.
—
¿Ocurre algo? — no podía
aguantar los silencios.
—
No, nada es que me da un poco de vergüenza todo lo que acaba de pasar— no aguante la risa y la deje salir — no te rías — su rostro se enrojeció. Me acerque y acaricie su
pierna. Quería transmitirle tranquilidad, que supiera que todo estaba bien — si me sigues tocando, no voy a poder seguir
manejando— ahora el sonrojado era yo.
—
¡Uy! Perdón — quería meter mi
cara debajo del asiento de la vergüenza que sentí— por cierto, dobla en la siguiente esquina de ahí son dos cuadras más y
habremos llegado. Si es que todavía quieres acompañarme—
—
Claro que quiero, ¿eres tonto? — extendió
su mano para acariciarme.
—
Suelo
serlo a veces, sobre todo con chicos tan bien parecidos. — en ese momento, recordé el tema que había sonado hacia unos minutos.
Era Fallen de Imagine Dragons, era imposible que no conociera ese tema. Leyre
era fanática de ellos.
—
Llegamos— dije — es aquella casa con el buzón chistoso— sí
que lo era.
Estacionó, la calle
estaba desierta. Descendimos y nos dirigimos al porche de la casa. Mark parecía
tranquilo, solo se dedicó a tomarme de la mano.
La casa estaba vacía.
Sara vive sola pensé, pero mi mente quedo bloqueada cuando Mark que hasta ese
momento parecía tranquilo, me estampo contra la puerta que acababa de cerrar.
Sus manos empezaron
a deslizarse por debajo de mi playera recorriendo apresuradamente mi abdomen hasta llegar a la
bragueta de mi pantalón, sin mas comenzó a acariciar mi miembro a través del
pantalón. Nuevamente volvi a gemir. No quería mas juegos quería que estuviera
en mí.
Su boca jugueteaba con la mía. Me quito con
rapidez la playera. Mis manos bajaron apresuradas al cinturón de su pantalón
que con impaciencia desabroche. Me tenía
sujeto del cuello y me besaba con impaciencia. Su cuerpo pegado al mío irradiaba
calor. Lo empuje hasta el sillón, ya no podía llegar a la habitación. Su
erección ya era notable sin que bajara la cremallera de su pantalón. Mis manos
impacientes llegaron a su bóxer; me sorprendí de solo verlo, al fin y al cabo
era cierto eso que lo excitaba.
Mark no hizo otra
cosa que mirarme mientras tomaba su pene
con mi mano y lo acariciaba con la idea de darle placer. Tenía la imperiosa
necesidad de llevarlo a mi boca y jugar con él un buen rato. Estaba realmente
sorprendido de lo grande que era y sabía que lamentaría con placer cuando
estuviera dentro de mí.
Mark gemía y eso me calentaba cada vez más. Me
sujetaba por el pelo y me presionaba cada vez más sobre su miembro y eso me
molestaba, un poco.
—
Voy a acabar— por un momento
pensé tan rápido — sal —
—
No, no lo haré— Mark me miro sorprendido. No lo hacía con cualquiera, pero con él me
nacía, había algo en Mark, me volvía
loco.
Me sentí
decepcionado por un momento ya que al parecer solo él la estaba pasado bien, yo
sentía que algo más faltaba y entonces: me tomo del cuello y me atrajo hacia
él, me beso con desesperación. Lo atraje hacia mí y sin más preámbulos me
desabrocho el pantalón que era demasiado ajustado. En menos de un segundo su
cuerpo estaba sobre el mío. Me miro con compasión, como pidiendo permiso para
entrar en mí. Mi cuerpo pedía a gritos
que entrara. Su pene era demasiado grande y no dude en gritar cuando entro.
Pero ése grito se hacía cada vez más ligero con cada envestida. Hasta que se
fue transformando en un ligero y ardiente placer. Hacía rato que no tenía tan
buen sexo. Me apretaba contra su cuerpo.
Mis piernas flaqueaban abiertas ante él.
Mark no dudo ni un
segundo y me tomo por la cintura atrayéndome cada vez más a él. Entraba y salía
con firmeza. El ejercía su poder sobre mí. Y eso me encantaba. Sentía que en
cualquier momento él iba a estallar. Susurraba mi nombre y eso me ponía más
duro, amaba que dijeran mi nombre con cada embestida. Eso quería decir que en
ese momento solo pensaba en mí y en nadie más. Era completamente mío. Maldije
cuando ya estaba por acabar nuevamente y yo no lograba llegar al orgasmo. Sin
más vueltas tomo con su mano derecha mi pene y comenzó a friccionarlo y
entonces sentí ese cosquilleo en la parte baja de mi pelvis.
La bocanada de aire
exhalada por ambos se transformó en un grito al unísono. Fue el mejor polvo que
había tenido.
Los dos estábamos
exhausto y nos tiramos completamente desnudos y sudorosos, sobre el sillón, ya
eran más de las cinco de la madrugada y sabía que Sara no tardaría en llegar.
—
Me tengo que ir— se incorporó,
tomo sus pantalones y se los puso a las apuradas.
Lo mire por un buen
rato mientras se paseaba medio desnudo y lo admiraba realmente era hermoso. Su
cuerpo era escultural y tenía un hermoso trasero. De esos que te dan ganas de
morder.
—
Te puedo llamar. — su voz se había
cargado en una pregunta que era casi obvia.
—
Sí, creo que es una respuesta obvia. — me
mordí el labio de solo verlo allí parado frente a mí. Ya se colaba la claridad
matinal por la ventana de la sala y podía ver sus ojos celestes que me miraban
casi al desnudo. Nos pasamos los números de celular, prometiendo que en unos
días nos volveríamos a ver. Lo acompañe hasta la puerta, solo llevaba mis bóxer
puestos así que no quise salir a la puerta, no quería que los vecinos de Sara
me vieran. Aunque pensándolo bien ya nada me importaba.
Cuando todo parecía
indicar que sería un “nos vemos luego” dado la distancia que Mark adopto. Me sorprendió
nuevamente con un beso y sus manos
traviesas hacia mi cuerpo. Lo aparte porque sabía que si seguíamos así
volveríamos a la batalla campal del sillón. Lo deseaba, pero sabía que Sara
volvería pronto. Lo mire mordiendo mi labio superior y el me guiño un ojo.
—
Te llamo— me dijo,
mientras yo cerraba la puerta de la casa.
Esa fue la última
vez que lo vi, al menos en esa semana que apenas comenzaba. No me llamó,
tampoco en la siguiente y cuando ya comenzaba a perder las esperanzas, me
sorprende con un llamado fugaz, el día sábado, por la mañana.
Hable rápido ya que en mi casa las paredes oían y no tenía ganas de que
mi madre me montara un circo por una llamada telefónica de un hombre.
Se lo oía como en
sollozos y supe que estaba hablando en algún lugar a escondidas.
—
Hola bebe— me sorprendió
cuando pronuncio la palabra “Bebe” con tanta normalidad, como si las dos
semanas no habían pasado y nos habíamos visto a penas hacia unas horas.
—
Hola— dije cortante
—
Sé que estás enojado, lo entiendo pero estas dos semanas que pasaron
fueron pésimas, para mí. Tú entiendes— no
realmente no entendía, pero bueno opte por callar. — los exámenes y las horas en el hospital, tu sabes. —
—
Mmm, sí. — dije — está bien no tienes que darme explicaciones,
pero mínimo un mensaje de texto, ya que
creo que no todos los días estás con un chico y éste chico se traga tu mierda
para darte una buena noche. — de golpe un tono de histeria se alojó en mí y
no pude controlarlo— sé que no somos
nada, pero un mensaje de al menos “estoy bien, gracias por la noche que
pasamos” o no sé “estoy vivo, no me raptaron los ovnis “—aclare mi garganta
— Mínimo eso.
—
Perdón— su voz era melancólica
— ¿Cómo puedo compensarte? — si lo
estuviera viendo juraría que ponía cara de cachorro.
—
No tienes que hacer nada, el daño ya está hecho—
—
Vamos, debe haber algo que quieras— dude en
decirle que me había herido, pero me dolía que no estuviera conmigo. Solo
quería estar con él
—
A ti, te quiero— una vez que lo dije pensé fríamente y me quise morir. Fue una
milésima de segundo en donde todo se había ido al demonio, le había expresado
un sentimiento a una persona que apenas conocía.
—
Oh, no me digas eso ahora— su voz se
apagó y con eso se fue la esperanza de que él correspondiera lo que yo sentía.
—
Mira, Mark. —sentía como mi
corazón se hacía pedazos, parecía descabellado pensar que sentía algo tan
fuerte por un tipo que apenas conocía. Tenía muy poca experiencia en relaciones
amorosas o casuales. Con mis diecinueve
años de edad solo había tenido dos hombres en mi vida y él era el tercero. — yo no busque esto, tú te acercaste a mí, tú
te me insinuaste y terminamos en la casa de mi amiga teniendo el mejor polvo
que he tenido en mucho tiempo. Si
realmente creíste que podías jugar conmigo, pues te equivocas. — el error
había sido mío, había pensado que podía manejar el juego. Pero no fue así
—
No digas eso, yo la pase muy bien y quiero volver a verte— se produjo una pausa y entonces escuche lo que sospechaba, una voz —
mira te parece si nos vemos en dos horas
en la cafetería del centro, quiero hablar contigo— la voz se hacía cada vez
más cerca y podía notar su impaciencia y nerviosismo al respirar por el parlante
del móvil. — <“Mark, cariño”>—dijo
la mujer que se aproximaba cada vez más a donde se encontraba Mark
—
Mark, creo que no — dije, lamentándome
y a la vez felicitándome por no flaquear.
—
Vamos, solo serán un par de horas, muero por verte— se lo notaba ansioso y
deseoso de que lo que decía era cierto.
—
No sé— dije dudando.
—
Vamos te veo en dos horas— y cuando
estaba colgar y decir adiós— Por favor,
muero por besarte y hacerte mío — esa última frase me hizo caer nuevamente
en sus redes. Por un segundo olvide la voz de esa mujer que lo llamaba y no quise
saber quién era. No me importaba, sabía que esa noche había sido mío. Al menos
en cada pasional embestida decía mi nombre.
—
Ok— dije fríamente — pero no me dejes colgado—
—
No, eso jamás—
Colgó y mi cabeza
comenzó a dar vueltas. Finalmente luego de dos horas nos encontramos en el
café. Como era de esperarse terminamos en un departamento del centro. Por la
apariencia supuse que era de él. Había fotos y recuerdos por todos lados pero
nada que indicara que una mujer hubiera estado allí.
Volvimos a tener
sexo y dios mío sí que sabía lo que hacía.
Y que bien mentía. Todavía
recordaba el “es la primera vez que estoy
con un chico”. Su forma de llevar
adelante la situación me indicaba que yo no era el primero. Sabía cómo tratarme
y lo que me gustaba. Pasaron varias semanas y en ellas nos vimos en numerosas ocasiones.
Siempre en su departamento y en horarios de diferentes. No fue hasta que paso
un mes que llevábamos viéndonos que comencé a notar cosas extrañas que antes
quizá no quería ver. Fue entonces cuando una mañana saliendo de la universidad
junto a Sara, lo vi pasar. Claramente no estaba solo, en el asiento del
acompañante estaba una mujer. Si no fuera por la escena de besos apasionados
que observe desde la esquina mientas el semáforo cortaba para darle el paso.
Hubiera pensado que podía ser un familiar. Entonces comprendí todo. Era su
mujer o su novia.
Pasaron dos días
hasta que volvió a llamarme y se había puesto insistente con verme, me negué.
No hizo otra cosa que aparecer en la puerta de la universidad. Lo ignore
entrando al auto de Sara. Esa semana no se
cansó de llamarme hasta que finalmente lo antedí y le dije: “que no quería
verlo más, que sabía que se iba a casar que me había enterado. Que no me
molestara más. Porque si seguía haciéndolo iría a hablar con su novia”. El me
juro que no era cierto, que esa historia había terminado. Pero ya era tarde, yo
estaba cansado de toda la mierda que estaba viviendo y ya había pensado en
irme.
Se había calmado y
parecía que había comprendido hasta hoy.
—
Ya te dije Mark, no estoy en casa y no me vuelvas a llamar— le conteste
—
Eric, no sé cómo rogarte ya para que me perdones, quiero estar contigo — sollozaba — no voy a mentirte más, la deje no quiero estar más
con alguien que no amo— — Te amo— fue suficiente—
—
No me llames, no me mandes mensajes, no se te ocurra buscarme, haz de
cuenta que solo fui una aventura más de las que ya tuviste, no quiero saber de
ti. Me fui de mi casa y no voy a volver— el gusto
salado de mis propias lagrimas me indicaron que por alguna razón había
comenzado a llorar. — déjame en paz—
Corte el teléfono y bloquee su número.
Trate de
tranquilizarme, volví a ponerme los auriculares e intente comenzar a leer
nuevamente “Historia de dos ciudades”. Pero fue inútil, las lágrimas no cesaban
y un nudo se había apoderado de mi estómago incapacitándome de poder
respirar. Mire entonces por la ventana y
vi que solo faltaba una estación para llegar. Respire hondo y me dije a mi
mismo que no volvería a involucrarme así con otro hombre. Al menos otro que no
tuviera en claro lo que quería. Ya tenía demasiado con mi histeria.
El sol
estaba realmente fuerte al menos eso se sentía a través de las ventanas del
tren. Me di cuenta que era hora de bajar. Tome mis cosas y cuando estaba
dispuesto a bajar del tren. La torpeza pudo más y caí de bruces con todo el
equipaje: un bolso de mano y la mochila, sobre un muchacho que estaba subiendo
al tren. Llevaba pantalones negro, playera blanca y una campera de cuero. No pude evitar mirarlo y me quede prendado de
sus ojos azules y su cabello negro. Era
condenadamente sexy.
—
Estas bien— me
pregunto luego de ayudarme a levantarme — por poco te matas—
—
Sí, estoy bien— no
podía quitar la mirada de sus ojos y esa hermosa sonrisa — Perdóname tu, a mí. —
levante mis cosas del suelo y el me paso la mochila que había quedado en su
mano. — a veces soy demasiado torpe — él se rio
—
No seas tan injusto
contigo mismo, a veces suele pasar uno no ve por dónde anda… y ¡Zas! Cae al
suelo — su rostro me era familiar y sabía que esos ojos extrañamente azules los
había visto antes— bueno si todo está bien, nos vemos—
—
Oh si, perdón —
volví a decir nuevamente — por cierto soy Eric— baje del tren y la puerta
comenzaba a cerrarse—
—
Owen — dijo y la
puerta finalmente se cerró y el tren comenzó a andar.
Su nombre comenzó a viajar por mi inconsciente
colectivo y allí estaba dando vueltas intentando encontrarle un rostro y así fue…
año 2011 verano, el mismo rostro un poco más aniñado que ahora pero con la
misma perfecta sonrisa se hizo presente en el porche de la casa de Leyre. Owen,
su mejor amigo.
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